Comienza
La emoción es real, mezclada con una auténtica curiosidad: ¿cómo se desarrollará esta aventura? Después de volar a Toluca, la capital del Estado de México, el calor nos recibe en cuanto aterrizamos. El vapor asciende de las rejillas del avión, una clara señal de la temperatura exterior. Mientras esperamos nuestro transporte, Laurence y yo terminamos jugando a la pelota con un empleado del aeropuerto—un momento espontáneo en el que el lenguaje del juego disuelve todas las barreras.
Nos reunimos con nuestros amigos Valentina, Teresa y Sam, quienes nos reciben con su habitual energía vibrante. Nuestra próxima parada: Zitácuaro, en el estado de Michoacán, donde ROOT cobrará vida de verdad. El viaje comienza serpenteando a través de suaves colinas, luego se vuelve más empinado a medida que nos adentramos en el México rural. Este paisaje nos resulta familiar. Nos transporta a los últimos días del proyecto UTM, a la sensación de que algo incompleto pedía ser continuado. Y ahora, aquí estamos de nuevo—pero en una nueva forma.
En Zitácuaro, nos acomodamos en el Hotel Los Solaches, una antigua hacienda ubicada en la ladera de la montaña. El lugar tiene carácter, alma—una base ideal. Greg y Brooke, dos maestros de Tennessee que pronto liderarán un grupo de quince estudiantes, ya están allí para saludarnos. El reencuentro es sincero. La energía para compartir esta aventura ya está en el aire.
Después de acomodarnos, pasamos por la tienda de abarrotes para comprar algunos artículos esenciales. En el camino, Nancy se detiene más de una vez para admirar las bugambilias en flor—explosiones de color que agregan un toque de magia a este primer día. Esa noche, nos reunimos en Casa Memo, el mismo restaurante donde alguna vez celebramos el fin de UTM. Un guiño al pasado, un símbolo de continuidad. Alrededor de la mesa, nos unimos al equipo de Nación Verde, la organización ambiental local con la que nos asociamos antes. La historia continúa—esta vez bajo el estandarte de ROOT.
De vuelta en el hotel, tenemos una reunión para repasar el horario y la logística de la semana. Sabemos que, a pesar de toda la planificación, lo inesperado será parte del viaje. ROOT comienza ahora—y con ello, una nueva aventura cuya forma aún no hemos descubierto por completo.
El sol sale sobre Zitácuaro, bañando las montañas con luz dorada. Laurence y yo disfrutamos de un desayuno y una partida de cartas en la terraza del hotel. Frente a nosotros, las cumbres se cortan en el cielo claro—un escenario perfecto para comenzar el día. Poco a poco, la ciudad cobra vida abajo.
Por la mañana, nos dirigimos a W Radio, 89.1 FM, para una entrevista sobre ROOT. Hablamos del proyecto, nuestro compromiso y el próximo evento de trail en el santuario del Cerro Pelón, el sábado 15 de marzo. Es una oportunidad para compartir nuestra visión y tal vez inspirar a algunos oyentes a unirse a nosotros.
De vuelta en el hotel, nos recibe una hermosa sorpresa: nuestros amigos de Montreal han llegado. Mia, Almendra y Antoine se han unido a la aventura. Antoine—un apasionado ultramaratonista—jugó un papel clave en la organización de ROOT, gracias a su fluidez en español y su experiencia en el terreno. El reencuentro es alegre, con una emoción palpable por lo que está por venir.
Por la tarde, nos dirigimos al santuario El Rosario, uno de los sitios icónicos donde las mariposas monarca pasan el invierno. Esta visita tiene un significado especial para nosotros: durante el UTM en 2023, no pudimos ver ninguna monarca debido a un retraso en su migración causado por el cambio climático. Esta vez, tenemos la esperanza de finalmente verlas en su hábitat natural.
La subida es desafiante. A más de 2,500 metros de altitud, cada paso requiere un esfuerzo adicional. Nos movemos lentamente, ajustándonos al aire más delgado. Cuanto más alto subimos, más destellos de naranja y negro comienzan a aparecer a nuestro alrededor. Luego, al llegar a la cima, la escena es mágica: miles de monarcas cubren los árboles, batiendo suavemente sus alas al viento. Sus alas se abren y se cierran al unísono, como una respiración colectiva. El tiempo se detiene—es hipnótico. La espera valió la pena.
Antes de dejar el lugar, nos detenemos en una pequeña cocina al aire libre donde una mujer local está preparando tacos hechos a mano. Saboreamos tacos de flor de calabaza con queso, cocinados en un comal de leña. Cada bocado es un recordatorio de la profunda conexión entre la cultura local y la naturaleza circundante. Como recuerdo, compramos fundas de cojín bordadas a mano—un pequeño gesto para apoyar el oficio artesanal local.
En el camino de regreso, la fatiga comienza a hacer efecto, pero nuestras mentes siguen llenas con la belleza del santuario. Este primer encuentro con las monarcas nos recuerda por qué estamos aquí: para correr, sí—pero también para entender, aprender y proteger. ROOT es todo eso también.
Por la mañana, compartimos el desayuno en el hotel—fruta fresca, panes dulces y, para el deleite de los niños, hot cakes. La energía está alta y la emoción va en aumento: hoy es nuestro primer día de voluntariado.
Nos dirigimos a una pequeña escuela primaria en la montaña, ubicada en lo profundo del santuario del Cerro Pelón. Al llegar, somos recibidos por estudiantes curiosos y atentos de 4º, 5º y 6º grado. Les presentamos el ciclo de vida de la mariposa monarca—una parte central de su ecosistema. Después de un breve cuestionario, cada niño recibe un collar simbólico, nombrándolos guardianes de su bosque.
El receso se convierte en un momento destacado: un partido de fútbol espontáneo con los niños. La alegría llena el aire, sus sonrisas son puras y contagiosas.
Luego, es momento de la acción—plantamos alrededor de cincuenta oyameles, los árboles esenciales para el hábitat invernal de las monarcas. La tala ilegal, impulsada por la pobreza local, amenaza la supervivencia de estos árboles—y de la especie misma. Después de la teoría de la mañana, pasamos a la práctica.
La escuela y la comunidad circundante tienen muy pocos recursos. Aquí no hay agua potable—el agua de lluvia se recoge durante la temporada de lluvias y se almacena para su uso durante todo el año. Tampoco hay un sistema de manejo de residuos: la basura se quema en el lugar, incluido el plástico, lo que genera contaminación y humo tóxico. Sin embargo, a pesar de estos desafíos, la gente muestra una generosidad inmensa. Como gesto de agradecimiento, la escuela nos ofrece frutas—un regalo raro y precioso para ellos. Un acto humilde, pero que nos toca profundamente.
Regresamos a la escuela primaria para un segundo día de intercambio con los estudiantes y maestros. El enfoque de hoy es el ciclo del agua—un tema crucial en esta comunidad donde el agua es un recurso escaso y preciado. Greg, cofundador de Run for Water, toma la delantera, explicando a los niños cómo el agua viaja a través de la naturaleza y por qué es esencial protegerla. Para hacer el tema más cercano, lee Walter the Waterdrop, una historia que él mismo escribió. A través de las aventuras de una pequeña gota de agua, los estudiantes aprenden cómo el agua se desplaza desde la lluvia hacia los ríos y, finalmente, hasta su propio consumo. El mensaje es bien recibido, y los niños participan con entusiasmo.
Como el día anterior, el receso se convierte en un momento de pura alegría. Nos unimos a los estudiantes para juegos desenfrenados de fútbol y basquetbol. Estos momentos son más que solo juego—construyen conexión, derriban barreras y nos recuerdan que, sin importar de dónde venimos, el deporte es un lenguaje universal.
Después del receso, Greg reúne al personal escolar para una sesión práctica: les muestra cómo reparar tuberías de agua defectuosas. Había comprado todo el material necesario en una ferretería local y lo dona a la escuela. Aquí, cada gota cuenta. El agua de lluvia se recoge durante la temporada de lluvias y debe usarse con moderación para durar hasta las siguientes lluvias. Gracias a estas reparaciones, la escuela podrá gestionar mejor sus reservas de agua y reducir las pérdidas innecesarias—una acción concreta que tendrá un impacto real en la vida diaria de esta pequeña comunidad.
Por la tarde, Antoine, Greg y yo decidimos asumir un desafío completamente diferente: probar el recorrido de trail running planificado para el sábado. Subimos más alto en el santuario, y la dificultad se hace evidente rápidamente. Estamos a 2,700 metros sobre el nivel del mar, y nuestros cuerpos, aún ajustándose a la altitud, nos lo recuerdan con cada respiración. El oxígeno es escaso y los músculos se cansan más rápido. El circuito de 5 km, con 200 metros de desnivel, es exigente. El evento del sábado no será solo una carrera—será una verdadera prueba de resistencia.
En el camino, cruzamos con un grupo de hombres trabajando en el mantenimiento del sendero. Curiosos, iniciamos una conversación y descubrimos que son bomberos de Zitácuaro. Pero lo que más nos sorprende es su próxima misión: en unos días, viajarán a Alberta, Canadá, para ayudar a sus compañeros bomberos a combatir los incendios forestales que están devastando nuestros bosques. La ironía es impactante. Aquí, estos hombres trabajan en condiciones precarias con medios limitados, en una comunidad que carece de casi todo. Y, sin embargo, están listos para viajar miles de kilómetros para apoyar a un país mucho más rico. Una lección poderosa de humildad y solidaridad que nos conmueve profundamente.
En el camino de regreso, el encuentro sigue resonando. Esto también es lo que ROOT representa: aprender de los demás, ser testigos de su generosidad y darnos cuenta de que la ayuda mutua no tiene fronteras.
Hoy, tenemos una cita en el ayuntamiento de Zitácuaro para una conferencia de prensa con el alcalde. El objetivo es claro: sensibilizar sobre ROOT, involucrar a la comunidad local y promover la carrera de trail del sábado. En una sala grande adornada con retratos de líderes del pasado, tomamos asiento frente a un pequeño grupo de periodistas y representantes de la ciudad. El intercambio es cordial, y hay un interés genuino por nuestra iniciativa. ROOT México comienza a tomar su lugar.
El resto del día adquiere un tono más ligero, centrado en el descubrimiento culinario. Paseamos por las calles de Zitácuaro y nos topamos con una pequeña tienda que vende sorbete artesanal de fresa con especias. La mezcla es sorprendente—una dulzura frutal seguida de un toque cálido y picante que danza en el paladar. Un hallazgo delicioso.
Un poco más adelante, descubrimos una boutique especializada en productos hechos con nopal, el cactus mexicano por excelencia conocido por sus múltiples beneficios. Desde mermeladas hasta tortillas, caramelos hasta productos para el cuidado de la piel, todo aquí gira en torno a esta fascinante planta. Curiosos y con ganas de apoyar este negocio local, Antoine y yo nos vamos con un paquete de delicias. Cada bocado confirma que tomamos la decisión correcta.
Para la cena, nos sentamos en una granja, un restaurante de estilo tradicional donde el pollo y el cerdo se asan sobre llamas impregnadas de cítricos y especias. El aroma que se eleva de las brasas es embriagador, y cada bocado es una explosión de sabor. México también es esto: una gastronomía cargada de historia, donde cada platillo es preparado con cuidado y tradición.
Mientras disfrutamos de un día más relajado, Greg está en camino hacia la Ciudad de México. Va allí para recoger a su grupo de estudiantes de Tennessee, quienes se unirán a nosotros en la siguiente fase del proyecto—un largo viaje de ida y vuelta que refleja su profundo compromiso con ROOT.
Por la noche, todos nos reunimos en el restaurante del hotel para una cena de bienvenida. La familia de Antoine y la mía están allí, junto con los estudiantes americanos recién llegados. La energía es buena y la dinámica del grupo promete. Nos conocemos, compartimos nuestras expectativas y revisamos el calendario para los próximos días. Ya sentimos que esta será un equipo muy unido—un gran grupo: curioso, enfocado y listo para sumergirse en la experiencia ROOT.
Esta mañana, nos unimos a Nación Verde para un día enfocado en la educación ambiental y la conciencia ecológica. La mañana comienza con una fascinante presentación científica sobre la mariposa monarca y su hábitat, impartida por un profesor de la UNAM—una de las universidades más prestigiosas de México. Destaca la increíble migración de este frágil insecto y las amenazas que enfrenta: la erosión del hábitat, el cambio climático, la deforestación ilegal… Son tantos los desafíos que hacen que nuestra presencia aquí tenga aún más significado.
A continuación, vemos una proyección del documental creado para la organización Monarch Ultra. La película sigue un proyecto inspirador en el que los corredores rastrearon la migración de la monarca a lo largo de miles de kilómetros, desde Canadá hasta México. Las imágenes son poderosas, y nos vemos reflejados en este viaje—donde el esfuerzo físico se mezcla con una misión mayor que uno mismo.
Después de esta enriquecedora mañana, nos dirigimos a una escuela secundaria ubicada en lo alto de las montañas, en la comunidad de Cerro Pelón. A nuestra llegada, somos recibidos con una cálida bienvenida. Los maestros y estudiantes nos invitan a compartir con ellos el almuerzo en su cafetería. Este gesto sencillo pero generoso nos conmueve profundamente. Aquí, los recursos son limitados, pero la hospitalidad es inmensa.
La tarde está dedicada al voluntariado, y nos dividimos en dos grupos. El primer grupo se pone directamente a trabajar en una tarea crucial: construir una letrina para la escuela. En esta región, donde el acceso a servicios de saneamiento adecuados sigue siendo un desafío, esta nueva instalación marcará una diferencia real en la vida diaria de los estudiantes.
El segundo grupo lidera talleres como parte del programa 84 Days, diseñado para jóvenes en la comunidad. El programa se divide en cuatro componentes: Talleres (sesiones educativas), Clases de Defensa Personal, Empoderamiento (fortalecimiento de la confianza), y Primeros Auxilios. Las discusiones son profundas, y los intercambios son sinceros. Este momento compartido proporciona a estas jóvenes herramientas, confianza y habilidades esenciales para su futuro.
A medida que el día llega a su fin, nos damos cuenta de lo valiosas que son estos encuentros. ROOT no se trata solo de correr o explorar—se trata de involucrarse, aprender y, sobre todo, contribuir—en nuestra propia escala—a algo más grande.
Es el gran día. El desafío tan esperado.
También es el cumpleaños de Antoine: cumple 44 años, regalándose algo muy especial: un ultra-trail de 50 km a gran altitud. Un desafío realmente digno de la aventura ROOT.
Se ofrecen tres formatos para esta carrera: un circuito de 5 km abierto a todos—caminantes, trotadores y corredores por igual; un relevo de 50 km; y, finalmente, el ultra de 50 km en solitario, reservado para los más valientes. Antoine y yo somos los únicos que asumimos el ultra en solitario. Un equipo de la organización Monarch Ultra corre el relevo, y varias docenas de participantes se han inscrito para el circuito de 5 km. En total, unos 65 corredores de México, Estados Unidos y Canadá se alinean en la línea de salida. Una asistencia increíble para una carrera completamente organizada por los habitantes locales, la mayoría de los cuales no tienen experiencia previa en la organización de eventos. Una carrera auténtica y genuina, sin adornos. Un evento verdaderamente comunitario—el juego de palabras es intencional.
La alarma suena temprano. La salida está programada para las 7:00 a.m., justo al amanecer, y nuestro hotel está a una hora en coche de la línea de salida. Teresa nos conduce. Durante el viaje, hablamos poco, cada uno perdido en sus propios pensamientos. Una vez allí, revisamos nuestro equipo para los primeros circuitos: hidratación, nutrición, estrategia de ritmo. Sin fanfarrias, sin discursos largos. Solo una rápida mirada, un golpe de puño… y comenzamos.
El aire está frío—cerca del punto de congelación. El suelo está helado, un contraste marcado con el calor de 25-30°C que enfrentaremos más tarde en el día. Ese es el efecto de la altitud. Entramos al bosque. Está completamente en silencio, roto solo por el sonido de nuestros pasos en el sendero. El momento se siente mágico. Nos movemos con total conciencia, inmersos en la quietud intensa de la experiencia.
Para nuestra sorpresa, nos damos cuenta de que nuestra aclimatación ha ido mejor de lo esperado. A diferencia de nuestra carrera de entrenamiento del 12 de marzo—donde cada respiración era una lucha—ahora nuestra respiración es constante. Esto nos da confianza. Los primeros circuitos pasan rápidamente. Nuestro ritmo es bueno, nuestros cuerpos responden.
Cada vez que pasamos por la línea de salida/meta, la energía crece. Los locales de los pueblos de montaña salen a animarnos. Algunos cantan, otros tocan instrumentos tradicionales. Gradualmente, empieza a formarse un ambiente festivo alrededor del circuito.
Antes de darnos cuenta, solo quedan tres circuitos. El sendero vuelve a quedar en silencio, la mayoría de los corredores ha completado sus desafíos. Mientras seguimos adelante, los participantes del 5 km y del relevo se agrupan para otra actividad importante: plantar árboles de oyamel. Se plantan cien árboles a lo largo del circuito—una iniciativa perfectamente alineada con nuestra misión. En una región donde la deforestación amenaza directamente el hábitat de la monarca, este gesto es mucho más que simbólico.
Después de ocho horas de esfuerzo, cruzamos la meta bajo un cálido y sincero aplauso. La adrenalina corre por nuestras venas, pero más que nada, sentimos un inmenso orgullo. Lo logramos. Un desafío difícil, superado con fuerza y determinación.
Pero más allá de la celebración, hay un momento en particular que nos toca profundamente. El líder comunitario se acerca. Nos estrecha la mano, nos mira fijamente a los ojos. Su mirada es aguda, sincera. En cuestión de segundos, todo está dicho: somos bienvenidos aquí. No se necesitan palabras. Es un momento que nunca olvidaremos.
Lo que sigue es como el resto del día: simple, real. Bajo una tienda improvisada, compartimos una comida típica de la región—las famosas carnitas de Michoacán. Absolutamente deliciosas. La música, la risa, la fatiga feliz… todo contribuye a esta atmósfera única donde el deporte, la comunidad y la cultura se fusionan de manera perfecta.
Antes de irnos, todos colaboramos en limpiar el lugar. No hay manera de dejar ni el más mínimo rastro. Ese es el espíritu ROOT, en su totalidad. Este trabajo en equipo espontáneo, este respeto por el lugar y su gente—eso es exactamente lo que vinimos a encontrar.
Y así termina la primera ROOT México. No como un punto final, sino como el comienzo de un movimiento que recién está comenzando.
ROOT México 2025 fue más que un proyecto, más que una carrera.
Fue un punto de encuentro—una conexión con un lugar, una comunidad y una causa más grande que nosotros mismos.
Corrimos, dimos, aprendimos.
Fuimos testigos de la fuerza del apoyo mutuo, de la importancia de la adaptabilidad y de la belleza de la simplicidad.
ROOT es un recordatorio de que, a veces, las experiencias más significativas no son las más espectaculares—son aquellas vividas con propósito.
¿Qué sigue?
ROOT continúa. El próximo capítulo nos lleva a Tanzania, a los pies del Monte Kilimanjaro, para otro viaje donde el deporte, el propósito y el medio ambiente volverán a entrelazarse.
Y si este tipo de experiencia te habla—escríbenos.
Nuestro objetivo es regresar, año tras año, para echar raíces más profundas.